El boceto, plasmar una idea sobre el papel o un programa de ordenador, es el segundo paso en la realización de una falla.
Nació por necesidad burocrática a mediados del siglo XIX, cuando el Ayuntamiento, para controlar el tema, obligó a los grupos de vecinos que querían plantar fallas a presentar una instancia junto con un boceto y explicación de la falla a plantar.
Incluso una comisión fallera del año 1872 quiso sacar provecho reproduciendo la falla que iban a plantar como boceto en un folleto que luego repartían en la replegà para pedir dinero a cambio.
A lo largo de todo ese siglo, no hay un único vocablo para este concepto, sino que se emplean varios: grabado, croquis, plano, modelo; y sobre todo dibujo, proyecto, diseño y boceto (que aparece por primera vez en 1888).
En esta época inicial en que las personas encargadas de la construcción de la falla son algunos artistas (pintores, escultores, etc.), bien sea conocidos a nivel local o de renombre, eran los que también se encargaban de realizar el boceto, por lo que se conservan documentos realizados y firmados por ellos de gran valor.
Hoy en día, la mayoría de comisiones falleras se ha sumado al carro de un nuevo acto fallero, aparecido no hace muchos años, la “presentación de bocetos y maquetas de fallas”, primero con la intención de dar a conocer sus proyectos a todo el público, y segundo para poder tener un momento de atención y que el nombre de la comisión se haga un hueco.
* NOTA: Anécdota aportada por Javier Mozas en el programa radiofónico ‘Som BIC’ el pasado 2 de diciembre de 2014.