El elemento diferenciador de la principal fiesta de la ciudad de Valencia, la Falla, ha tenido diferentes formas de ser llamada por la gente desde el siglo XVIII hasta nuestros días.
Todo empezó siendo una acumulación de trastos viejos y muebles inservibles a la que se le empezó llamándola HOGUERA. Al menos desde el siglo XVIII, a la hoguera se le añadieron los ninots y se le empezó a llamar indistintamente HOGUERA o FALLA. O mejor dicho HOGUERA (vulgo FALLA), que es como aparece en la prensa y la literatura.
En la segunda mitad del XIX, otro término más se añadió al vocabulario festivo para designar a la Falla, el de MONUMENTO, aunque se utiliza de manera más esporádica en la documentación. Y un cuarto y último vocablo viene a completar el abanico de denominaciones de la falla, el de CATAFALCO, que aparece por primera vez en el año 1839 y tendrá más fuerza a finales de ese mismo siglo. Éste último hacía referencia a las plataformas de madera que se instalaban en los espectáculos públicos, como los de la Inquisición o los toros.
Tanto el término HOGUERA como MONUMENTO, dejaron de utilizarse a finales de ese siglo, permaneciendo por el contrario en uso los vocablos FALLA y CATAFALCO. En la lucha mantenida entre estos dos vocablos, éste último perdió vigencia y quedó casi en exclusividad FALLA hasta hace relativamente pocos años.
En la actualidad hemos visto un cierto renacer de CATAFALCO, sobre todo por algunos medios de comunicación, y sobre todo MONUMENTO, que ha pasado a designar MONUMENTALISTAS a las personas que, dentro de la fiesta fallera, defienden y valoran por encima de cualquier cosa, este elemento distintivo.
* NOTA: Anécdota aportada por Javier Mozas en el programa radiofónico ‘Som BIC’ el pasado 11 de noviembre de 2014.